Vivian Mansour

porque el enojo puede ser frío y quemar igual que cuando la ira está caliente

Hola —le toqué el hombro. Traía puesta una camisa de mezclilla. De espaldas, era alto, de figura atlética. Erguido en su postura, parecía orgulloso de toda la destrucción que había a su alrededor.

—Y también te quería decir que yo también la extraño.
Eso me desarmó. Porque el mal comportamiento se derrite, como un chocolate, cuando aparece un poco de comprensión.

Por qué estas monedas son la basura más valiosa?

Le contesté:

–Porque en momentos realmente importantes no sirven para nada.

Quién quiere admitir que se odia, que no tiene la valentía de matarse, que es fea y que siempre lo será, que no tiene una chispa de interés por la escuela, que no tiene remedio su soledad?

¿Qué pasaría si me aviento? Volar por unos segundos hasta estallar en el piso. Unos segundos de libertad maravillosa y luego… la nada. Quizá no dolería tanto, aunque yo no le tengo miedo al dolor

Y lo peor es que sentirse sola es como traer un aura que huele mal. Todos perciben tu soledad pero a nadie le interesa acercarse. Apestas a soledad.

Nunca había verbalizado esas tres palabras. Escucharme decirlas en voz alta fueron como tres cortes en la piel de mi alma.

ambiente era desolador. El lugar reflejaba perfectamente mi estado de ánimo: yo era como esos juegos mecánicos, patéticos, inservibles y oxidados.

Fue el mejor arcoíris bebible de la historia de ese jueves en la ciudad.