Declaró—escribiendo en son de chanza—que la perfección de los adelantos mecánicos terminaría por reemplazar a los órganos, y la perfección de las sustancias químicas, a la digestión; que detalles externos, tales como el pelo, la nariz, los dientes, las orejas, la barbilla, no eran partes esenciales del ser humano, y que la tendencia de la selección natural llegaría a suprimirlos en los siglos venideros. Sólo el cerebro quedaría como necesidad cardinal. Sólo una parte del cuerpo tenía un motivo verdadero para subsistir, y con ello se refería a la mano, «maestra y agente del cerebro». Mientras que el resto del cerebro se empequeñeciera, las manos se agrandarían.