Jules Evans

Las instituciones no parecían traslucir demasiada inquietud por el bienestar de los alumnos, ni por el desarrollo de la personalidad en su sentido más amplio.1 Tampoco entre los estudiantes había demasiadas esperanzas de que lo que aprendíamos pudiera ser aplicable en nuestras vidas, no digamos ya cambiar la sociedad.

Lo malo es que quien asimile creencias erróneas acabará por enfermar.

La filosofía no es un mero proceso de reflexión abstracta, sino una práctica.

La filosofía es un entrenamiento, una serie de ejercicios mentales y físicos diarios que se vuelven más fáciles con la práctica.

La filosofía callejera y la académica no son antagónicas, se necesitan la una a la otra. Sin la filosofía académica, la callejera perdería coherencia, y sin la callejera, la académica sería irrelevante.

Action for Happiness, un movimiento dedicado a la propagación del hedonismo raciona

ería negarle su autonomía, su capacidad de razonamiento y su libertad de elección, tres cosas que a mi humilde entender forman parte importante de la plenitud humana.

En el mundo actual, tendemos a ver la filosofía como una actividad puramente intelectual que puede practicarse en la comodidad de un sillón. En cambio, para los antiguos era un ejercicio para todo el cuerpo, que se enseñaba y practicaba tanto en el gimnasio como en el aula

virtud no es solo una cuestión de conocimiento teórico, sino práctico, como la medicina y la música. Del mismo modo que el médico y el músico no se han formado solo en los aspectos teóricos de su profesión, sino que también la han ejercido de manera práctica, quien desee ser bueno no debe limitarse a aprender las enseñanzas a fondo, sino que debe practicarlas (…) [Pues] ¿cómo se controlará alguien a sí mismo si solo

sabe teóricamente que es necesario resistirse al placer, pero nunca ha practicado esa resistencia?2