tengo duda alguna de que hablo con frecuencia de cosas que los maestros del oficio tratan mejor y con más verdad. Esto es meramente el ensayo de mis facultades naturales, y en absoluto de las adquiridas; y quien sorprenda mi ignorancia, nada hará contra mí, pues difícilmente voy a responder ante los demás de mis opiniones si no respondo de ellas ante mí, ni las miro con satisfacción.
Hay otra clase de orgullo,[1] que es la opinión excesivamente buena que nos formamos de nuestra valía.
c | Aristón define sabiamente la retórica como la ciencia de persuadir al pueblo.[5] Sócrates y Platón, como el arte de engañar y de halagar.[6
las faltas escapan a menudo a nuestra mirada
faltas escapan a menudo a nuestra mirada, pero la enfermedad del juicio consiste
no poderlas ver cuando otro nos las descubre.
en los primeros tiempos en que nuestra religión empezó a adquirir autoridad merced a las leyes, el celo armó a muchos contra toda suerte de libros paganos, a resultas de lo cual la gente de letras sufre una extraordinaria pérdida.
Había comprobado, por la crueldad de algunos cristianos, que ningún animal del mundo es tan terrible para el hombre como el hombre.[
«Haz lo tuyo y conócete a ti mismo».
quien se conoce a sí mismo, deja de tomar lo ajeno por propio: se ama y se cultiva ante
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