Nalini Singh

Ese brutal pragmatismo era la razón por la cual pudo vivir el tiempo suficiente para estar aquí bajo las estrellas al lado de un hombre que poseía los ojos de la misma luz de las estrellas, blanco helado sobre un fondo de seda negro.

Si él no hubiera tenido ese control de granito sobre su cuerpo y mente, su corazón podría haberse acelerado, su respiración podría haberse entrecortado.

Ella está regresando.

—¿Cuál es tu nombre?— le preguntó, cada célula de su cuerpo quedó inmóvil mientras esperaba su respuesta, esperando para ver cuánto de ella había vuelto.

El azul de medianoche lo envolvió, su imagen reflejada en el fondo opaco.

—Sahara Kyriakus, del Clan Psi NightStar.

—Tú estás aquí, — dijo en un tono que hizo que su corazón golpease violentamente contra sus costillas—, porque me perteneces.

—Él quería robarte.

«Y tú me perteneces.»

Él alejó los dijes.

La ira brilló, caliente y cruda.

—Son míos.

—Así no es como funciona.

Él alejó los dijes.

La ira brilló, caliente y cruda.

—Son míos.

—Así no es como funciona.

—. ¿Huyes?

La respuesta de Kaleb mostró una posesividad que implicaba que aún podría mantenerla prisionera.

—Nunca voy a alejarme de ti.

Nunca deberías haber tomado lo que era mío.

¿Te preocupara que lo que sea que hayas hecho tenga un impacto en mi?

—¿Crees que lo lamento? — Él le dio una sonrisa que era perezosa, perfecta... y espeluznante—. No lo hago y nunca lo haré.