El propio Delacroix exclamó en una ocasión, como si hablara por experiencia propia: «¡Ah, joven artista! ¿Buscas un tema? El tema eres tú mismo; son tus impresiones, tus emociones frente a la naturaleza»16. Para Delacroix, el temperamento propio se revelaba siempre en la manera en que podía reproducirse un objeto observado; es decir, el acto de plasmar una «impresión» transmitía de forma simultánea una «emoción» personal. En consecuencia, cualquier cosa observada podía ser adecuada para la representación artística,