María del Pilar Vila

cada uno de estos lugares, su condición de escritor primó sobre la de diplomático, circunstancia que en algunas ocasiones le generó verdaderas complicaciones (Vila, 200

el prólogo que escribe para Cartas que romperemos de inmediato y recordaremos siempre, Edwards alude a los juegos del vate con su nombre, en especial al uso de “Pedwards” para nombrarlo cuando algo le molestaba de é

primero «La visita de los peces» que no me gustó mucho”– y cómo desborda de entusiasmo cuando analiza “La vida cotidiana

has conseguido con una maestría envidiable volcar tal cantidad de cosas bellísimas y horribles en esas 32 páginas que uno se queda completamente sacudido y revuelto”

En el número 2, de abril de 1967, se publicó el relato de Jorge Edwards “El orden de las familias”, que originalmente se llamaba “La vida cotidiana”, evidenciándose que la sugerencia de Vargas Llosa, en lo referido al cambio de tít

n libro de cuentos de corte medio poético), mi padre me preguntó un día por qué, si me gustaba escribir, no escribía cosas interesantes, a lo que le pregunté: “¿Como qué?”. “Por ejemplo”, respondió, “una historia de la industria del cobre en Chile, que es muy interesant

que para Edwards “la memoria es algo que no tiene fondo y de ella se sacan cosas que constituyen la literatura. La memoria es, entonces, una sinfonía, con frases, con tono

Edwards transmite explicaciones del libro, al que califica como “el reverso exacto, casi, de las recientes novelas latinoamericanas sobre dictadores. Es la novela de una democracia parlamentaria latinoamericana y de su destrucción.

patriarca o caudillo, sino de muchos antihéroes

eces me pregunto quién soy, quién diablos soy, y no consigo dar con una buena respuest