Alyson Derrick

¿Sola? Eso es ridículo.

—¿Seguro? Amigos, relaciones... Apartas a todo el mundo en cuanto intentan acercarse un poco.

Se me nubla la vista cuando meto la mano y cojo un batidor de varillas con una notita pegada en la que se lee, con una cuidadosa caligrafía: «Por si acaso».

—Cora también va.

—¡Molly! ¡Tienes que ir! ¿Estás de broma? ¿Cómo puede ser que lo estés dudando?

Depende de quién me lo pregunte.

Ella se echa a reír y pone los ojos en blanco.

—Eso es que no.

—Bueno, ¿y tú? —replico y me acerco hasta que su cara queda a centímetros de la mía. Me mira abriendo mucho los ojos color avellana—. Si fueses tú la que está detrás del mostrador, ¿me lo venderías?

se supone que tengo que hacer amigas para luego presentárselas a Natalie? Me da el dinero, pero sus dedos se detienen un segundo en la palma de mi mano y se deslizan por los míos.

Uf. Bueno, tal vez no.

Me aclaro la garganta y señalo las chocolatinas.

aunque noto la mirada de Alex sobre mí mientras da otro trago al vodka con limón

Entonces llega el turno de Alex, que me mira fijamente. Por primera vez, mientras me mira desde el otro lado del círculo con una sonrisa irónica, me fijo en lo verdes que son sus ojos.

—Yo nunca he sido virgen a los dieciocho —remata Alex.

Todas menos una: Cora fulmina a Alex con la mirada.

ventanilla baja poco a poco y revela unos ojos castaños y cálidos, idénticos a los que he tenido enfrente durante casi toda la noche, en la fiesta.

Es Molly. En la vida me había alegrado tanto de ver a alguien tan torpe socialmente.