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Saga Egmont

  • b3270320050compartió una citahace 2 años
    Hay en mí tan poca vida real, los momentos como éste, como el de ahora, son para mí tan raros que me es imposible no repetirlos en mis sueños. Voy a soñar con usted toda la noche, toda la semana, todo el año. Mañana vendré aquí sin falta, aquí mismo, a este mismo sitio, a esta misma hora, y seré feliz recordando el día de hoy. Este sitio ya me es querido
  • Darita Aguilarcompartió una citael año pasado
    Una vez, en la lúgubre media noche, mientras meditaba débil y fatigado sobre el ralo y precioso volumen de una olvidada doctrina y, casi dormido, se inclinaba lentamente mi cabeza, escuché de pronto un crujido como si alguien llamase suavemente a la puerta de mi alcoba.
  • Sarita Sebastian Lanazcacompartió una citahace 7 meses
    pero es posible que bajo un cielo como éste pueda vivir tanta gente atrabiliaria y caprichosa?
  • Jackie R.compartió una citahace 7 meses
    Es que cuando somos desgraciados sentimos más agudamente la desgracia ajena. El sentimiento no se dispersa, sino que se reconcentra.
  • yareliazuara78compartió una citahace 6 meses
    Mañana vendré aquí sin falta, aquí mismo, a este mismo sitio, a esta misma hora, y seré feliz recordando el día de hoy.
  • issaluna0426compartió una citahace 2 años
    Carrie, El resplandor, Salem´s Lot, La Danza de la muerte o la Zona Muerta

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  • ejmze7compartió una citahace 7 meses
    Me excedo en mis funciones cuando le hablo con tanta amabilidad.
  • ejmze7compartió una citahace 7 meses
    Conversación con la señora Grubach. La Señorita Bürstner
  • Nand Namcompartió una citahace 2 años
    llamase suavemente a la puerta

    Llamase a la puerta, estructura gramatical

  • b0846578592compartió una citahace 2 años
    Una vez, en la lúgubre media noche, mientras meditaba débil y fatigado sobre el ralo y precioso volumen de una olvidada doctrina y, casi dormido, se inclinaba lentamente mi cabeza, escuché de pronto un crujido como si alguien llamase suavemente a la puerta de mi alcoba.

    «Debe ser algún visitante», pensé. ¡Ah!, recuerdo con claridad que era una noche glacial del mes de diciembre y que cada tizón proyectaba en el suelo el reflejo de su agonía. Ardientemente deseé que amaneciera; y en vano me esforcé en buscar en los libros un lenitivo de mi tristeza, tristeza por mi perdida Leonora, por la preciosa y radiante joven a quien los ángeles llaman Leonora, y a la que aquí nadie volverá a llamar.

    Y el sedoso, triste y vago rumor de las cortinas purpúreas me penetraba, me llenaba de terrores fantásticos, desconocidos para mí hasta ese día; de tal manera que, para calmar los latidos de mi corazón, me ponía de pie y repetía: «Debe ser algún visitante que desea entrar en mi habitación, algún visitante retrasado que solicita entrar por la puerta de mi habitación; eso es, y nada más».
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