Alex Soojung-Kim Pang

En Asia, la meditación tántrica y budista, el zen japonés y el son y el yoga coreanos han evolucionado para domesticar nuestra distraída, parlanchina e indisciplinada “mente de mono”. Neurocientíficos, psicólogos y terapeutas por igual han observado que las prácticas de meditación pueden tener un poderoso efecto sobre el cerebro, afinar las habilidades físicas y contribuir al tratamiento de una variedad de problemas psicológicos. Las prácticas contemplativas no solo brindan una manera de controlar la “mente de mono” o refrenar la actividad multitareas compulsiva. También pueden ser readaptadas para recuperar el control de nuestra mente extendida.

La mente, tal como la conocemos y percibimos, es similar al agua en remolino: si aprendemos a aquietarla hasta que semeje la superficie

isa y espejada de un lago sereno –dicen los budistas–, su reflejo nos mostrará todo.

los usuarios de computadoras pasan un promedio de 43 minutos diarios –cinco horas por semana u once días por año– esperando que sus computadoras se enciendan, se apaguen, carguen el software, abran archivos y/o se conecten a Internet.

Los trabajadores pasan

media hora cada día resolviendo los problemas de las computadoras u ocupándose de cuestiones relacionadas con la Internet. En el transcurso de un año, eso equivale a quince días de trabajo perdidos para solucionar problemas relacionados con la computadora.

Estar online es sinónimo de conectarse de manera significativa con el prójimo, preservar su propia capacidad de atención y respetar la libertad mental de sus amigos, no una manera de matar el tiempo

Los cerebros de nuestros ancestros –en particular sus lóbulos frontales– se expandieron de manera impresionante en la misma época en que comenzaron a manufacturar y utilizar herramientas. Esta expansión neurológica contribuyó a aumentar la capacidad de nuestros ancestros para formarse ideas abstractas acerca de cómo usar esas herramientas,

“La escritura es una tecnología que reestructura el pensamiento”.

Es una manera eficaz de aprender a utilizar fluidamente las tecnologías: con tanta fluidez que podamos dejar de pensar conscientemente en ellas y podamos concentrarnos pura y exclusivamente en la información del mundo que nos brindan, o bien en sus efectos sobre el mundo.