«Lo curioso es que», recalcó tras un rato, «simplemente parece que no puedo reproducir lo que veo. Para ser capaz de hacerlo, tendría que morir.»
La situación no le divertía en absoluto. Cuando hablaba de la muerte, parecía que realmente creía lo que estaba diciendo. A pesar de todo, continuaba trabajando. Esta era la dualidad esencial e insoportable de su vida. «Bien», murmuró de pronto, «ahora la nariz está en su sitio. Eso es un progreso.»