Meghan March

—Porque estoy dispuesto a aceptar otra cosa a cambio.

ambio.

Me cuesta la misma vida que no se me quiebre la voz mientras el corazón

me late en la garganta.

—¿El qué?

Se detiene a un paso de mí y sus carnosos labios forman una lacónica respuesta:

—A ti.

Ese culo.

Esas tetas.

Ese coñito prieto.

¿Que no tiene dueño? Y una mierda.

Keira Kilgore es mía.

Y que no se te olvide el vibrador o lo interpretaré como una invitación para inclinarte sobre la mesa del comedor y follarte ese coñito tan prieto que tienes mientras sirven el primer plato.

—Por favor. —Es un susurro y, al principio, no me doy cuenta de que ha partido de mí.

—Esas palabras de tus labios… —Me acaricia con fuerza el clítoris al tiempo que me mete dos dedos—. Es lo más erótico que te he oído decir.

Ya estás mojada. Te gusta esto. Estar a mi merced. No sé qué voy a hacerte. Podría provocarte un orgasmo con los dedos, comerte este coño tan dulce que tienes o follarte. O las tres cosas.

—Ahora puedo comerme este coño en paz y tú no podrás detenerme.

podrás detenerme.

—Si esta es la parte en la que me torturas a base de orgasmos, me parece

bien.

—Muy bien. Levántate la falda y enséñame ese culo respingón que tienes.

Esa forma de hablar es mi perdición.

—Joder, no sé qué me pone más, que me retes o que me obedezcas. —Me

acaricia el culo con una mano de una forma casi reverente—. Por más ganas

de follarte que tengo ahora, no voy a hacerlo. Pero ten por seguro que no voy a esperar una semana para disfrutar de ese coño.