Bienvenidos a la segunda temporada de Epistolar. La preciosa melodía que acabas de escuchar es de José Ferrufino, que compuso esta canción especialmente para Epistolar. Y la voz de nuestra presentación es de Graciela Borges.
Mariano Moreno y Guadalupe Cuenca se conocieron en Chuquisaca, un área administrativa del Virreinato del Río de la Plata, situada en lo que hoy es el territorio de Bolivia.
Él tenía 21 años y estudiaba teología y derecho. Ella, apenas 14, y un futuro marcado por su madre: iba a ser monja.
Pero se enamoraron, se casaron y tuvieron a Marianito. Con el tiempo, Moreno se convirtió en una figura fundamental de la Revolución de Mayo y clave en la Primera Junta de Gobierno.
Moreno fue enviado en una misión diplomática a Gran Bretaña el 24 de enero de 1811, pero nunca llegaría a destino. Murió en altamar el 4 de marzo siguiente. Apenas comenzó su viaje, Guadalupe comenzó a mandarle cartas. Una tras otra. Cartas de amor. Cartas desesperadas. Cartas que esperaban una respuesta. Cartas políticas. Guadalupe no sabía de su trágico destino.
Esta es una selección de dos de esas cartas. Es un honor para Epistolar contar con la participación de Graciela Borges, un ícono de la filmografía argentina, quien protagoniza la apertura de nuestra segunda temporada. Que la disfruten.
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Mi querido y estimado dueño de mi corazón:
Me alegraré que lo pases bien y que al recibo de ésta estés ya en tu gran casa con comodidad y que Dios te de acierto en tus empresas. Tu hijo y toda tu familia quedan buenos, pero yo con muchas fluctuaciones y el dolor en las costillas que no se me quita y cada vez va a más.
Estoy en cura, me asiste Argerich, se me aumentan mis males al verme sin vos y al pensar morirme sin verte y sin tu amable compañía. Todo me fastidia, todo me entristece, las bromas de Micaela me enternecen porque tengo el corazón más para llorar que para reír.
Mi querido Moreno, si no te perjudicas procura venirte lo más pronto que puedas o si no haceme llevar porque sin vos no puedo vivir. La casa me parece sin gente. No tengo gusto para nada de considerar que estés enfermo o triste sin tener tu mujer y tu hijo que te consuelen y participen de tus disgustos.
¿O quizás ya habrás encontrado alguna inglesa que ocupe mi lugar? No hagas eso Moreno. Cuando te tiente alguna inglesa, acordate que tenes una mujer fiel a quien ofendes después de Dios.
Mi querido Moreno de mi corazón:
Ya te puedes hacer cargo cómo estaré sin saber de vos en tantos meses, que cada uno me parece un año. Cada día te extraño más… Todas las noches sueño con vos, ah, mi querido Moreno, cuántas veces sueño que te tengo abrazado pero luego me despierto y me hallo sola en mi triste cama. La riego con mis lágrimas, de verme sola, y que no solo no te tengo a mi lado sino que no sé si te volveré a ver. Y quién sabe si mientras esta ausencia no nos moriremos alguno de los dos. Pero en caso de que llegue la hora sea a mí, Dios mío, y no a mi Moreno. Dios no lo permita que muramos sin volvernos a ver.
María Guadalupe Moreno.