Debe constituir una obligación reconocida que todo dirigente político que decida presentarse al cargo sea sincero en lo que se refiere a su salud. Hacer campaña sabiendo que padecen una enfermedad que podría reducir su capacidad de dirigir significa que no poseen la sinceridad que una nación tiene derecho a esperar de sus dirigentes. Si se da a conocer independientemente a los votantes lo que se sabe de la salud de un candidato, estará en sus manos decidir si una determinada enfermedad en ese candidato lo descalifica para el cargo.