Sobre la plataforma de la invención animista, los hombres han erigido un monumento a la irracionalidad y al error que todavía sigue aplastándolos en anchos espacios del planeta en nuestro siglo. Sus soportes siguen siendo el temor, el deseo y la esperanza, síndrome complejo eficazmente estimulado por las iglesias, diestras en el negocio de capitalizar la debilidad humana