Leigh Bardugo

Ruina y ascenso

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El Oscuro gobierna Ravka desde su trono de sombras. Ahora el destino de la nación está en manos de una Invocadora del Sol sin poderes, un rastreador caído en desgracia y los últimos vestigios de lo que alguna vez fue un gran ejército de magos. En las profundidades de una antigua red de túneles y cuevas, una debilitada Alina debe someterse a la dudosa protección del Apparat y de aquellos que la veneran como a una Santa. Pero tiene otros planes, como lanzarse a la caza del elusivo pájaro de fuego y comprobar si la supervivencia de cierto príncipe forajido es algo más que una esperanza. Alina deberá forjar nuevas alianzas y dejar de lado antiguas rivalidades para, junto con Mal, encontrar el último amplificador de Morozova. Pero tan pronto como empieza a desvelar los secretos del Oscuro, sale a la luz un pasado que alterará para siempre su visión del lazo que los une y el poder que ella detenta. El pájaro de fuego es lo único que se interpone entre Ravka y la destrucción, y Alina podría pagar un alto precio por conseguirlo: el mismísimo futuro por el que está luchando.
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395 páginas impresas
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Opiniones

  • Myrecompartió su opiniónhace 3 años

    Debo admitir que los últimos capítulos estaban para morirse, muy buenos :).

  • Alessandra Espinozacompartió su opiniónhace 10 meses
    👍Me gustó
    🎯Justo en el blanco
    🚀Adictivo

Citas

  • Lore Uribecompartió una citahace 2 años
    Cuando caía la tarde, el chico le llevaba a la chica un poco de té y un pedazo de tarta de limón, con un pétalo de manzano flotando en la taza azul. Le besaba el cuello y le susurraba nuevos nombres al oído: preciosa, querida, amada, mi corazón.
  • Lore Uribecompartió una citahace 2 años
    Tuvieron una vida corriente, llena de cosas corrientes… si es que puede llamarse así al amor.
  • Lore Uribecompartió una citahace 2 años
    Tanto el chico como la chica habían conocido la pérdida, y su dolor no los abandonaba. A veces él la encontraba de pie junto a una ventana, jugando con los dedos con los rayos de luz que se colaban por el cristal, o sentada frente a los escalones delanteros del orfanato, mirando el tocón del roble que había junto al camino. Entonces acudía a ella, la abrazaba y la conducía hasta las orillas del estanque de Trivka, donde los insectos zumbaban y la hierba crecía alta y dulce, donde podrían olvidar las viejas heridas
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