Carl Jung define la «sincronicidad» como «una coincidencia significativa de dos o más sucesos en la que está implicada algo más que la probabilidad aleatoria». Lo que distingue una sincronicidad de sucesos sincrónicos normales es la existencia de un significado subjetivo común que inevitablemente interpreta el sujeto que la experimenta. Se trata de una teoría que descarta el principio de causa-efecto del paradigma moderno y, al mismo tiempo, es una teoría antimaterialista, puesto que se centra en una experiencia subjetiva que engloba alineamientos supuestamente «exteriores» de sucesos. Durante su vida, Jung vivió constantes sincronicidades tanto personalmente como en la vida de pacientes de psicoanálisis. En un determinado caso, una paciente excesivamente «racional» soñaba constantemente con un escarabajo dorado. Jung no podía avanzar en el psicoanálisis con ella debido a la resistencia de un modo de pensar demasiado cerrado. Sin embargo, un día, tras relatarle la paciente otro sueño, sonó un golpe en la ventana, Jung la abrió y en la habitación entró precisamente un escarabajo verde dorado que se posó sobre la mesa. La mente de la paciente no volvió a oponer resistencia al psicoanálisis. Las sincronicidades suelen suceder con mayor profusión en periodos de transformación: nacimientos, muertes, enamoramiento, psicoterapia, obra creadora intensa, cambio de profesión… En palabras de David Peat, «es como si esta reestructuración interna produjese resonancias externas o como si una explosión de energía mental se propagase hacia afuera en el mundo físico».