De Lágrimas Y De Santos

Frecuentar a los santos es como hacerlo con la música o las bibliotecas. Desexualizados, ponemos nuestros instintos al servicio de otro mundo. En la medida en que resistimos a la santidad, demostramos que nuestros instintos están sanos.

Con un poco de celo hubiéramos podido hacer más feliz a Dios. Pero le hemos abandonado y se encuentra ahora más solo que antes del comienzo del mundo.

El rechazo voluntario y lúcido de lo absoluto es el camino de la resistencia a Dios —en beneficio de la ilusión, es decir, de la esencia de toda vida.

A decir verdad, todo habla en favor y en contra de El, pues todo lo que existe lo desmiente y lo confirma.

Cuando busco una palabra que me agrade y entristezca a la vez, sólo encuentro una: olvido. No acordarse ya de nada, mirar sin recordar, dormir con los ojos abiertos sobre el Incomprendido...

¿No es significativo que la «felicidad» engendra un malestar?¿Quién se jacta de no sufrir?

Pues se convierte uno en un hombre no por medio de la ciencia, el arte o la religión, sino a través del rechazo lúcido de la felicidad, de nuestra incapacidad innata para ser felices.

La conclusión de toda religión: la vida como una pérdida de alma.

El Creador ha proyectado en el hombre todas sus imperfecciones, su podredumbre y su decrepitud.

Todo lo que en mí aspira a la vida exige que renuncie a Dios.