—Perdóname por haberte roto el corazón una docena de veces, por no ser un hombre normal y tener el alma podrida. Y perdóname por no poder dejarte ir. Pero es que no puedo, maldita sea. Te quiero tanto que…
—Te duele. Igual que me duele a mí. Tú no tienes el alma podrida, Samu, solo una voluntad de hierro que no se puede manipular.
Abril ya arrastra suficientes problemas en su vida como para implicarse emocionalmente con un chico que lleva la palabra «conflictivo» escrita en letras mayúsculas. Tampoco entra en los planes de Samuel encariñarse de alguien tan joven por temor a que la historia que lo persigue se repita.
Sus intentos por evitarlo fracasan y, aun haciéndose daño en el proceso, llegan a enamorarse hasta el punto de creer que lo que hay entre ellos no puede romperse de ningún modo. Pero de la noche a la mañana todos sus sueños se truncan y el futuro que aspiraban a tener queda reducido a ascuas.
Pese a los errores que cometen, cuyas consecuencias son irreparables, luchan por mantener vivo un amor que parece destinado a consumirlos. Aunque lo más duro será enfrentarse a la verdad sin sucumbir a la carga de una culpa capaz de doblegar con su peso incluso la voluntad del más fuerte.
