—Logan, son las tres y media de la mañana —susurré, esperando no
despertar a mi madre.
—Llorabas —dijo, de pie en mi puerta principal—. Y la tormenta no
se detenía.
—¿Viniste caminando? —pregunté.
Estornudó. —No estaba tan lejos.
25
—¿Escalaste la verja?
Se retorció un poco, mostrándome el desgarrón en sus vaqueros. —
Escalé la verja, además. —Sacó sus manos de detrás de su espalda,
exhibiendo un recipiente de tarta, envuelto en papel de aluminio—. Te hice
una tarta.