«En el marco de una sociedad volcada al consumo, llena de ruido y carente de significados profundos, la pregunta por la espiritualidad se hace cada vez más urgente. Al interior del pensamiento filosófico esta pregunta se ha venido recuperando durante los últimos años, de la mano de una actualización de los presupuestos de la filosofía antigua grecorromana.
Uno de los trabajos más interesantes en esta línea es el de Pierre Hadot. Según Hadot, para los filósofos antiguos, la filosofía, más que el discurso filosófico formulado, es la forma de vida filosófica. Así entendida, la filosofía no es solamente un proceso intelectual, formal o académico, sino una actividad del día a día en la que el filósofo opera una serie de ejercicios espirituales, que tienen como objetivo la transformación del yo. ¿Qué significa tal transformación? Definiremos la noción hadotiana de transformación como movimiento trascendente en el que se da una superación de la individualidad en un principio de universalidad. Este movimiento tiene dos matices. Por un lado, es un ascenso del individuo hacia un universal de tipo intelectivo y racional, de corte platónico. Por el otro, es un diálogo de tipo socrático, en el que el individuo supera su opinión personal, su ego, en un encuentro sincero con el interlocutor y consigo mismo.»