Ser una mujer es, entonces, estar en una cierta situación económica, social, política. Esta situación implica un conjunto de normas en función de las cuales las mujeres deben comportarse y con cuyos criterios son juzgadas. Ser una mujer, una “verdadera”, implica conformarse a esas normas y, así como nos cuestionamos acerca de la naturaleza de una herramienta cuando no cumple con su oficio, nos interrogamos sobre la feminidad de una mujer cuando irrumpe una distancia entre su comportamiento y el comportamiento que le está socialmente prescrito. Ahora bien, ¿cuál es el comportamiento prescrito para la mujer en la sociedad? La sumisión.