Camilo José Cela

La familia de Pascual Duarte

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La familia de Pascual Duarte, publicada en 1942 e inscrita en el llamado «tremendismo» literario, es la primera novela de Cela y la que inicia su reconocimiento por parte de la crítica y el público. El novelista ofrece en estas páginas la transcripción de las memorias de Pascual Duarte, un asesino que espera la ejecución en la cárcel de Badajoz, avisando de que es « un modelo de conductas», pero « un modelo para huirlo». El famoso comienzo de estas memorias -«Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo»— señala ya la congoja de un hombre que puede ser tomado como una hiena o como un manso cordero, «acorralado y asustado por la vida». Sucesivas desgracias van rompiendo el equilibrio de Pascual: la muerte del padre por rabia, la del hermano tonto al ahogarse en una tinaja de aceite, la del segundo hijo por un «mal aire traidor». Entonces, una extraña sed de sangre le impulsa en los momentos más desafortunados a matar a quien le hace daño, ya sea animal o persona. Una y otra vez parece que el destino le fuerza a actuar bárbaramente, olvidando con su terrible fatalismo que había nacido para «rosa en un estercolero». Esperando la muerte, junto con el frío ejercicio de la memoria que registra crímenes, injurias y huidas, le invade a Pascual Duarte un rudo arrepentimiento, más intuitivo que racional, que no deja de ser sincero a pesar de su ambigüedad. Terrible en su tremendismo, exacta en desvelar un alma desgraciada, la novela se abre paso entre la sombría dureza de la vida, lacónica, impactante.
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125 páginas impresas
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Opiniones

  • Jessica Garcíacompartió su opiniónhace 4 años
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Citas

  • Jaqueline Hernándezcompartió una citahace 4 años
    Nunca fue la memoria mi punto fuerte, y sé que es muy probable que me haya olvidado de muchas cosas incluso interesantes, pero a pesar de ello me he metido a contar aquella parte que no quiso borrárseme de la cabeza y que la mano no se resistió a trazar sobre el papel, porque otra parte hubo que al intentar contarla sentía tan grandes arcadas en el alma que preferí callármela y ahora olvidarla.
  • Jaqueline Hernándezcompartió una citahace 4 años
    llamé galán y le metí seis pesetas en la mano se marchó más veloz que una centella y más alegre que unas castañuelas, y pidiéndole a Dios —por seguro lo tengo— ver en su vida muchas veces a la abuela entre las patas de los caballos
  • Jaqueline Hernándezcompartió una citahace 4 años
    en cuanto le llamé galán y le metí seis pesetas en la mano se marchó más veloz que una centella y más alegre que unas castañuelas, y pidiéndole a Dios —por seguro lo tengo— ver en su vida muchas veces a la abuela entre las patas de los caballos.

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