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Gilbert Keith Chesterton

Enormes minucias

  • Ivana Melgozacompartió una citahace 4 días
    Pero las guías no le dirán que las tejas de los tejados de Besançon parecen tener un color más peculiar y delicadamente exquisito que las tejas de todas las demás ciudades del mundo; que esas tejas parecen como nubecillas de algún extraño atardecer o como las lustrosas escamas de algún extraño pez. Ni le dirán que en esa ciudad los ojos no pueden posarse en cosa alguna sin encontrar algo que no sea atractivo y hasta fantasmagórico: una casa esculpida en una esquina, el destello de unos prados verdes a través de un arco chato o algún color imprevisto en el esmalte de un capitel o de una cúpula.
  • Ivana Melgozacompartió una citael mes pasado
    Para amar algo, no hay nada como advertir que podemos perderlo.
  • Ivana Melgozacompartió una citael mes pasado
    Pero concedido esto, repito que podemos pedir a un hombre feliz (no a Guillermo III) que se aguante con las pequeñas contrariedades y que incluso haga de ellas parte de su felicidad. No hablo del dolor positivo o de la positiva pobreza. Hablo de estas innumerables limitaciones accidentales que constantemente hallamos en nuestro camino: mal tiempo, confinamiento en esta o la otra casa, en esta o la otra habitación, ingresos o combinaciones que fracasan, esperas en estaciones del ferrocarril, correos perdidos, falta de puntualidad cuando nosotros somos puntuales, o lo que es peor, puntualidad cuando no somos puntuales nosotros.
  • Ivana Melgozacompartió una citael mes pasado
    Las pequeñas molestias tienen en si esto de malo: que pueden ser más ásperas precisamente por más invisibles: no proyectan su sombra hacia adelante, no tienen atmósfera.
  • Ivana Melgozacompartió una citael mes pasado
    Resulta curioso constatar que si son cuerdos casi siempre refunfuñan sobre otra cosa. Hablar razonablemente sobre los disgustos realmente graves es el camino más rápido para perder la cabeza.
  • Ivana Melgozacompartió una citael mes pasado
    Los que padecen a un tiempo pequeñas y grandes adversidades tienen derecho a decir que encuentran las pequeñas más desagradables; y es indudablemente verdad que la espalda curvada por pesos increíbles, aún puede darse cuenta de un leve peso más añadido a los grandes; un gigante que lleve sobre sus hombros la Tierra con toda su población de animales puede sentir como una carga un saltamontes más. Pero sospecho que esa máxima de que las contrariedades más pequeñas son las peores es a veces usada por la gente que no tiene nada más que contrariedades insignificantes. Una señora puede disculparse de haberse enfurecido por el pétalo arrugado de una rosa[6], considerando con cuánta dignidad llevaría la corona de espinas (si tuviera que hacerlo). Un caballero bien puede permitirse maldecir la comida, y decirse que se conduciría más correctamente si estuviese en trance de morir de hambre. No necesitamos negar que el saltamontes en el hombro es una carga; pero tampoco necesitamos tomarnos demasiado en serio al caballero que exclama sin cesar que preferiría tener en el hombro, en vez de un saltamontes, un elefante, cuando sabe perfectamente que no existen elefantes en el país.
  • Ivana Melgozacompartió una citael mes pasado
    Creo que se puede vivir en medio de grandes tribulaciones y soportarlas bien. Lo que la abruman a una son las pequeñas contrariedades.
  • Ivana Melgozacompartió una citael mes pasado
    Todos hemos oído hablar de ese hombre que está en peligro momentáneo y que ve pasar ante sí en ese momento todo el transcurso de su vida. En el frío, literal y común sentido de las palabras, esto es evidentemente una mentira tonante. Nadie puede sostener que en un accidente o en una crisis mortal se acordó detallada y minuciosamente de todos los billetes que había tomado para Wimbledon o de todas las veces que había untado mantequilla sobre el pan del desayuno.
    Pero en aquellos breves momentos en los que mi caballo iba disparado hacia el tráfico del Strand, descubrí que hay una verdad tras esa frase, como tras todas las frases populares. Tuve realmente, en aquella especie de período agudo, una rápida sucesión de una serie de puntos de vista fundamentales. Tuve, por así decirlo, unas cinco religiones en casi otros tantos segundos. Mi primera religión fue puro Paganismo, lo que, entre hombres sinceros, suele describirse más brevemente como miedo supino. Luego le sucedió un estado de ánimo que es completamente real, pero al que no se le ha encontrado aún nombre exacto. Los antiguos lo llamaban Estoicismo, y me figuro que eso debe de ser lo que algunos chiflados alemanes entienden (si es que entienden algo) por Pesimismo. Era una especie de aceptación vacía y abierta del suceso que estaba aconteciendo, como si uno se hubiese colocado mucho más allá de la importancia y trascendencia del suceso mismo. Y entonces, cosa curiosa, sobrevino un fuerte sentimiento contrario: que las cosas importaban en realidad muchísimo y que además había en ellas algo más que sentido trágico. Era un sentimiento no de que la vida careciese de importancia, sino de que la vida era demasiado importante para no ser sino eso: la vida. Me figuro que esto era Cristianismo. En todo caso sobrevino en el momento en que nos estrellábamos contra el autobús
  • Ivana Melgozacompartió una citael mes pasado
    Soy partidario de predicar a los convencidos; porque he podido comprobar con frecuencia que los convencidos no entienden su propia religión
  • Ivana Melgozacompartió una citael mes pasado
    Es cómodo y audaz al mismo tiempo; y esta combinación constituye el alma genuina de Inglaterra. Pero aunque yo me había dado siempre cuenta de estas buenas cualidades de un cab, no había experimentado todas las posibilidades de ese vehículo
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