Donde todas las preguntas conducen al origen y todos los caminos hacia el mismo destino, Enigmas de una ilusión, un relato tan desgarrador como lleno de esperanza, invita a preguntarse qué es la inocencia, encarnada en el espíritu de Juan Cruz, quien víctima del surgimiento de una sospecha, comienza a despojarse del manto de seguridad que cubre sus días, a pesar de que aún no ha enfrentado las verdades del mundo adulto. La novela fue escrita con un estilo y un tono que generan un clima que oscila entre lo onírico, los recuerdos y la intriga de tinte metafísico.
«En la comodidad y bajo la luz del calor de un hogar apacible llegué a este mundo. Hasta último momento dudaron de mi sexo, pero en cuanto lo supieron, mis padres me llamaron “Juan Cruz”. Fui concebido en las entrañas de sus primeros anhelos y fecundado en la primera noche de verano. En primavera, anuncié en llantos mi llegada a este mundo, y cuentan que la partera, en su último aliento de mi acto fundacional, vaticinó: «Este niño será especial”. Tras esa sentencia, con los primeros albores de mis palabras, fui educado para albergar en la construcción de mi perspectiva sobre la naturaleza de la realidad un remanso donde sumergir en los movimientos de la duda todas las verdades y mentiras, para que, en las profundidades de las aguas aparentemente calmas, se mixturen, se confundan unas a otras, hasta el momento de sacarlas nuevamente y enfrentarlas a un nuevo día, tan nuevo como el fruto de ese proceso que permite al ser humano obtener ciertas certezas, tan evidentes y ensordecedoras, como las que yo obtuve al momento de escuchar el primer disparo.”