«El dolor es ese límite contra el que todos, alguna vez, chocamos. Ante él, muchos llegan a cuestionarse el sentido de la vida y la misma existencia de Dios… No se puede permanecer imparcial ante él». La Autora, a modo de una amiga muy querida, dedica unas breves reflexiones cargadas de aliento y comprensión a quien se halla desconcertado y en la profunda tristeza. No pretende dar razones ni motivos, sino ser una compañera en el espinoso camino de la desolación y brindarnos claves para ser también nosotros compañeros de los demás. Invita a trascenderlo, encontrar alivio y enseñarnos una luz capaz de brillar en la noche más oscura.