De Bogotá al Atlántico

‘De Bogotá al Atlántico’ está lleno de reflexiones políticas, pero son las reflexiones de un estadista que lo ve todo desde arriba, con distancia, con desapego de sabio. Y la ausencia de la otra política —los enfrentamientos partidistas en Colombia, las guerras civiles, los fanatismos religiosos, la persecución y la censura de prensa y el destierro de los opositores— se abre como una tronera en el libro, pues los lectores nos damos cuenta de una evidencia: sin esa dura realidad, el libro no existiría. Si no hubiera salido como un fugitivo, Pérez Triana no habría tenido que buscar apoyos clandestinos, ni salir por rutas intransitables hasta los Llanos Orientales, ni hacer un viaje peligroso por ríos y selvas inhóspitas, ni fingirse arzobispo a veces y a veces geógrafo en misión oficial. No habría visto cosas que muy pocos blancos, sobre todo de su condición, habían visto hasta entonces. Y este libro —vuelvo a decirlo— no habría nacido nunca. […] En estas líneas hay mucho más de lo que parece a simple vista. Porque leyendo el libro, leyendo la escena que transcurre en la selva colombiana a comienzos de 1894, podríamos pensar que aquellas son las opiniones y las perspicacias del hombre que escapaba por esas selvas y durante esos días. Y nos equivocaríamos: porque el Pérez Triana que huye por los ríos no es el mismo que escribió el libro sobre la huida. Entre los dos pasaron varios años (el libro se publicó en Londres en 1902) en los que Pérez Triana conoció gente y leyó libros y se enteró de ideas que, es lícito suponer, transformaron sus memorias. Conoció, por ejemplo, a uno de los prologuistas de la edición inglesa: Robert Cunninghame Graham, un aristócrata escocés, escritor de libros de viajes, aventurero y socialista. Tengo para mí que las ideas radicales de Cunninghame Graham influyeron en la visión política de Pérez Triana, cuyo antiimperialismo incipiente se afianzó en esos años. De hecho, me parece difícil no encontrar una misteriosa identidad de tono entre los panfletos políticos de Cunninghame Graham y ciertas líneas de Pérez Triana, como la que lamenta «ver que no es raro en la historia de los hombres el advenimiento de los perversos y de los imbéciles a las eminencias del poder».