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Willa Cather

El caso de Paul

  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 8 meses
    No le quedaban ni cien dólares; y ahora sabía, mejor que nunca, que el dinero lo era todo, el muro que se alzaba entre todo lo que odiaba y todo lo que amaba
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 8 meses
    Paul acababa de entrar a cambiarse para cenar; se sentó al sentir que se le aflojaban las piernas, y se llevó las manos a la cabeza. Iba a ser peor incluso que la cárcel; las tibias aguas de Cordelia Street iban a cerrarse sobre él de una vez para siempre. La monotonía gris se extendía ante él en años de desesperanza total
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 8 meses
    La mera liberación de la necesidad de decir pequeñas mentiras, de mentir día tras día, restauró su amor propio. Nunca había mentido por placer, ni siquiera en el colegio; solo para llamar la atención y suscitar admiración, para demostrar que era distinto de los otros chicos de Cordelia Street; y se sentía mucho más hombre, incluso más honrado, ahora que no tenía necesidad de pretensiones jactanciosas, ahora que, como decían sus amigos actores, podía «vestirse como lo exige el papel».
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 8 meses
    Su principal codicia atañía a sus oídos y sus ojos, y sus excesos no eran ofensivos. Sus más queridos placeres eran los grises crepúsculos de invierno en su sala de estar; su silencioso disfrute de sus flores, su ropa, el amplio diván, un cigarrillo y la sensación de poder
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 8 meses
    Se había librado por completo de sus recelos nerviosos, de su forzada agresividad, de la necesidad imperiosa de demostrar que él era distinto de su entorno. Ahora tenía la sensación de que su entorno lo decía todo por él
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 8 meses
    se sentía en lo más mínimo desconcertado o solo. No tenía un deseo especial de conocer a esa gente o saber nada de ella; lo único que pedía era el derecho a observar y hacer conjeturas, a ver el espectáculo
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 8 meses
    Paul se maravilló de que hubiera hombres honrados en el mundo. Eso era por lo que todo el mundo luchaba, reflexionó; a eso se debía toda la lucha. Dudaba de la realidad de su pasado. ¿Había conocido alguna vez una calle llamada Cordelia, un lugar donde hombres de negocios de aspecto cansado se subían al primer tranvía, meros remaches de una máquina, hombres deprimentes, con pelos de sus hijos siempre aferrados a los abrigos y el olor a comida impregnado en la ropa?
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 8 meses
    chico apretó los dientes y juntó los hombros en un instante de revelación: el guión de todos los dramas, el argumento de todas las novelas románticas, el tejido nervioso de todas las emociones se arremolinaban a su alrededor como copos de nieve. Ardía como un haz de leña en una tempestad
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 8 meses
    Chicos con librea salían y entraban corriendo del toldo extendido sobre la acera. Encima, alrededor y dentro, estruendo y clamor, las prisas y los movimiento bruscos de miles de seres humanos tan ávidos de placer como él, y a cada lado de él se erigía la deslumbrante afirmación de la omnipotencia de la riqueza.
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 8 meses
    Pero ahora experimentaba una curiosa sensación de alivio, como si por fin hubiera arrojado el guante a la criatura de la esquina
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