Ana María Matute

Luciérnagas

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Con una voz íntima que modula sobresaltos y nebulosas, Ana María Matute nos enfrenta a las experiencias de un grupo de jóvenes, casi niños, a quienes la guerra civil ha despojado de cualquier resto de su anterior universo infantil. El escenario escogido es una Barcelona de  soldados y mujeres mal pintadas, de refugiados y mendigos, de gentes ocultas que intentan sobrevivir día a día en medio de los escombros, la luz blanquecina de los reflectores, los bombardeos y la amenazada espera. Pero más allá de un tiempo y un espacio concretos, el propósito de la escritora es presentar a unos muchachos que conviven con el temor y la muerte y ahondar en las emociones de una joven que, desde la carencia y la provisionalidad, hallará en el amor el verdadero significado de la paz.
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326 páginas impresas
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Citas

  • Luis Cepedacompartió una citahace 2 años
    Pocas veces un hombre vive tan herido y maltratado por los recuerdos de la niñez y adolescencia,
  • Luis Cepedacompartió una citahace 2 años
    —¡Cuántas veces pensé en la cárcel! —dijo Cristián—. Me hablaron muchas veces de ella. Acabé imaginándola casi exactamente como era. Pero llegó un día y me encerraron: me convertí en un preso. No fue a la cárcel donde me llevaron. Hay muchas cárceles sin rejas, ahora. Era una habitación cualquiera, no estaba sucia ni era húmeda, pero ¿qué más daba? No podía moverme, salir. Es tremendo. Te quedas solo. Solo, frente a ti mismo. Frente a tu pobreza, a la inutilidad de tus manos y de tus pensamientos. Solo con tus exigencias, con tu miseria, tus buenas y tus malas acciones, ya inútiles. Solo con tu sórdida realidad. Únicamente entonces conoces tus límites y piensas: toda mi vida era únicamente un gran deseo de romperlos, de traspasarlos... No, no. La cárcel la llevaba yo mismo, la cárcel soy yo. Creo que me entiendes tan bien como yo te he comprendido a ti. ¡Para qué luchar, para qué esforzarse en algo, para qué vivir y apetecer, si primero no nos liberamos de nosotros mismos, de nuestra cobardía, de nuestras claudicaciones! Pero, a pesar de saberlo, hay algo que me desespera: ¡yo no quiero morir! ¿Entiendes tú esto? Yo no quiero, no quiero morir...
  • Luis Cepedacompartió una citahace 2 años
    Miró los libros, tan apreciados por su padre y se dijo con amarga ironía: Tenemos la casa forrada de otras épocas, mientras nosotros no sobreviviremos a ésta.

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