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Libros
Ernest Hemingway

Adiós a las armas

  • bnavia191compartió una citahace 6 meses
    cobarde sufre mil muertes, pero el valiente sólo una.
  • bnavia191compartió una citahace 6 meses
    —No tienes que estar celoso de un muerto, cuando ahora tú lo tienes todo.
  • Miguel Sanchezcompartió una citahace 4 años
    Las tropas pasaban por delante de la casa y se alejaban por el camino, y el polvo que levantaban cubría las hojas de los árboles.
  • Clauss Soombracompartió una citahace 5 años
    No, la sabiduría de los viejos es un gran error. No es que se vuelvan más sabios, sino más prudentes
  • Clauss Soombracompartió una citahace 5 años
    pero, nosotros dos, nunca nos sentíamos solos, y nunca teníamos miedo estando juntos
  • surpinscompartió una citahace 5 años
    Al llegar el invierno, una lluvia persistente empezó a caer, y la lluvia trajo el cólera. Finalmente fue contenido y, a fin de cuentas, sólo ocasionó siete mil muertos en el ejército
  • Clauss Soombracompartió una citahace 5 años
    r.

    —Si Lo que usted me contaba algunas veces de sus noches, no es amor. Es sólo pasión y lujuria. Cuando se ama, se intenta, se quiere hacer algo para el que se ama. Sacrificarse, servirlo.

    —Yo no amo. —Usted amará. Sé que amará. Y entonces será feliz.

    —Soy feliz. Siempre he sido feliz.

    —No es lo mismo. Usted no puede saber lo que es antes de haber sentido.
  • Clauss Soombracompartió una citahace 5 años
    Lo que más deseo ahora es que me abrace y me bese, si no tiene inconveniente.

    La miré a los ojos. La abracé como antes y la besé. La abracé violentamente, apretándola muy fuerte, e intenté entreabrir sus cerrados labios. Aún estaba furioso y bajo mi brazo noté que temblaba.

    La estreché contra mí. Noté cómo latía su corazón. Ella apartó los labios y apoyó su cabeza en mi mano
  • Clauss Soombracompartió una citahace 5 años
    La encontraba muy hermosa y le cogí la mano. Ella se la dejó tomar y la estreché entre las mías. Después, pasando mi brazo bajo el suyo, la abracé.

    —No —dijo ella.

    Yo dejé mi brazo donde estaba.

    —¿Por qué no?

    —No.

    —Sí —dije—. Se lo ruego.
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