Eusebio Martínez de Velazco

Noche de venganzas

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Noche de venganzas. Eusebio Martínez de Velasco
Fragmento de la obra
I
Sin disputa la ciudad de Burgos es una de las poblaciones más bellas de nuestra España.
Escrita en su recinto con páginas de piedra la historia de la patria, observa el viajero inapreciables reliquias de la civilización romana en las alturas de San Miguel y de San Quirce; comprende los encantos de las construcciones árabes en los bellos arcos de San Martín y San Esteban; se detiene extasiado ante la vaguedad sombría y mágicos adornos de su maravillosa Basílica; recuerda la severidad clásica de Ventura Rodríguez a la vista de sus grandiosas creaciones, y discurre, en fin, sobre el egoísmo y volubilidad que caracteriza a nuestro siglo al tender los pasos por las alineadas calles y deliciosos paseos con que la ha enriquecido la generación presente.
El que contemplase la orgullosa Caput Castellæ, desde la cumbre del vecino cerro que a su espalda se levanta, cuyas anchas colinas la ciñen desde Norte a Oriente, gozaría de uno de los panoramas más bellos que hubiera podido imaginarse.
Por enmedio de una vega pintoresca, y parecido a una cinta de plata que se extiende sobre el verde follaje, camina el Arlanzón histórico que baja despeñándose desde la inmediata sierra de Oca, formando vistosísimas cascadas y diáfanas corrientes; a cada lado de sus riberas se levantan magníficos edificios, de esbeltas formas y risueños colores los modernos, de severos pilares o caprichosos detalles los antiguos, como las lindas manzanas de casas que se extienden desde las murallas de los Cubos hasta el memorable Puente de las Viudas, como el arco triunfal de Santa María o la aérea espadaña del convento de San Pablo. Dominándolo todo a semejanza de los altos cedros que sacuden su espesa cabellera por encima de los árboles cercanos, divísanse las afiligranadas torres de la gran Basílica, obra de ángeles, como lo llamaba Felipe II; joya de inestimable valía que debiera estar cubierta de riquísimos encajes, según la poética expresión de Carlos I; memoria imperecedera de la religiosidad e ilustración de los ultrajados tiempos de la Edad Media, sacrílegamente escarnecidos por aquellos que no saben comprenderlos.
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69 páginas impresas
Publicación original
2010
Año de publicación
2010
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