En ‘Chimá nace un santo’ (1964), narración realista instalada en el universo de lo mítico-religioso, en términos de técnica narrativa y de elaboración estética, cierra el primer periodo creativo de Zapata Olivella. Chimá es un pequeño pueblo bañado por la ciénaga grande del río Sinú, habitado por unos pocos terratenientes y comerciantes, y una mayoría de campesinos, pescadores y artesanos. Zapata Olivella recrea las supersticiones, idolatrías y creencias en las que se encuentra sumido este pueblo olvidado. Los dramas y conflictos de los personajes se expresan a través del mito y la violencia vividos por esta pequeña comunidad sobre la cual pesa una arraigada religiosidad, llena de creencias, miedos y fantasías. Esto provoca evasión hacia el campo de lo mágico, como apunta el epígrafe de la novela, como una esperanza de salvación. Zapata Olivella consigue develar en el entramado de la novela la confrontación entre prácticas de religión católica y prácticas de saberes mestizos, aquello que esconde desde el punto de vista social este choque.