Poder y creencia, Iglesia-Estado y religiosidad, cuerpos de gobierno y la activación ritual de una imagen celestial, dogma y salvación del ánima, hermandad y prestigio, protectora y modelo de virtudes, son algunos de de los binomios que se entrelazan en la plasmación visual de la imagen de la Gran Señora de la Antigua, sagrado original de la Catedral de Sevilla, que mediante sus copias transferidas a las cabezas episcopales y a sus jurisdicciones, como en espacios educativos y familiares, marcó un eje de representatividad de la Corona de Castilla y generó la dispersión de un sistema propio de iconografía en una territorialidad, con clara identificación de grupos e individuos, quienes en calidad de receptores de la imagen y de la palabra confirmaron las creencias contenidas en la configuración mariana de la Antigua. La interacción de artistas y mecenas contribuyeron al objetivo de aglutinación social por medio de esta figura de la Madre de Dios. La Virgen de la Antigua, en algunos lugares, sigue siendo el centro de veneración e invocación, tanto en las ceremonias solemnes como en las de tipo seglar, lo que muestra su significado en la liturgia, en la religiosidad e incluso en su calidad de patrimonio cultural en Iberoamérica.