Tenía, como pocas personas, la posibilidad de retirarme solo con una partitura y escuchar la música escrita en esa partitura, no necesitaba ningún instrumento, al contrario, oía la música sin instrumentos de orquesta mucho más clara, más limpia, el oír su arquitectura, al oírla con la partitura en la mano y, desde luego, en el mayor silencio exterior posible, era para mí auténtico.