La idea es que los límites sean efectivos, así que no lances amenazas vacías. Antes de que el niño se dé cuenta de que la amenaza no tiene valor, le resulta demasiado alarmante y, por tanto, se corre el riesgo de destruir los procesos mentales del niño en lugar de ayudarle a que aprenda a ser considerado. Sé consecuente con tus palabras