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Claude Lévi-Strauss

Raza y cultura

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Nadie es racista por tomar nota de que el color de la piel se hereda, ni por hablar de la raza blanca, la negra o la amarilla. En racista se torna el discurso racial cuando sucumbe a dos falacias, una moral y otra científica. No marcar diferencias entre individuos y grupos y no dudar de la marcha del progreso son normas que, más o menos tácitamente, han gravitado como un tabú cultural sobre buena parte del pensamiento del último medio siglo. El legendario ensayo de Claude Lévi-Strauss «Raza e historia» constituye un impresionante y revolucionario manifiesto sobre la dialéctica de las ideas de progreso y diversidad cultural. Veinte años más tarde, completó y matizó su perspectiva con «Raza y cultura». Esta edición reúne por primera vez estos dos trabajos como libro en el presente volumen.
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133 páginas impresas
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Opiniones

  • Santiago Romerocompartió su opiniónhace 4 años
    🔮Profundo
    💡He aprendido mucho
    🎯Justo en el blanco
    🚀Adictivo
    😄Divertido

    Para Goethe la literatura universal no se reduce a una sola lengua, ni a la producción literaria de un solo país, sino que incluye las lenguas y las literaturas de los diferentes pueblos del planeta. Opera por adición, no por eliminación de diferencias. A este ideal cosmopolita «no ilustrado» responde también el concepto de civilización mundial contemplado por Lévi-Strauss.
    En este libro uno aprende cómo se estructuran e interaccionan las culturas como ecuación fundamental para determinar las razas.
    Bastante accesible al público en general que no tenemos conocimientos sobre antropología o etnología, por ejemplo. Entendible y conciso.

Citas

  • Santiago Romerocompartió una citahace 4 años
    En los orígenes de la humanidad, la evolución biológica posiblemente seleccionó rasgos preculturales, tales como la posición erguida, la habilidad manual, la sociabilidad, el pensamiento simbólico y la aptitud para vocalizar y comunicarse. En contraposición y desde que la cultura existe, es ella quien consolida estos rasgos y los propaga; cuando las culturas se especializan, consolidan y favorecen otros rasgos, como la resistencia al frío o al calor (en sociedades que han debido, de buen grado o por la fuerza, adaptarse a extremos climáticos), las disposiciones agresivas o contemplativas, la ingeniosidad técnica, etcétera. Tales como los captamos en el nivel cultural, ninguno de esos rasgos puede ser claramente vinculado a una base genética, pero no se debería excluir que lo son a veces de manera parcial y por el efecto mediato de lazos intermediarios. En ese caso sería justo decir que cada cultura selecciona aptitudes genéticas que por retroacción influyen sobre la cultura que había contribuido de antemano a su fortalecimiento.
  • Santiago Romerocompartió una citahace 4 años
    Que una planta sea considerada como un ser respetable que no se arranca sin un motivo legítimo y sin haber previamente apaciguado su espíritu con ofrendas; que los animales que se cazan para alimentarse sean colocados, según su especie, bajo la protección de otras tantas entidades sobrenaturales que castigan a los cazadores culpables de abuso, por haber tomado porciones excesivas o por no haberlas compartido con las mujeres y los jóvenes; que impere, en fin, la idea de que los hombres, los animales y las plantas disponen de un capital común de vida, de manera que todo abuso cometido a costa de una especie se traduce necesariamente, en la filosofía indígena, en una disminución de la esperanza de vida de los hombres mismos, son otros tantos testimonios ingenuos, pero sumamente eficaces, de un humanismo sabiamente concebido que no comienza por sí mismo, sino que le otorga al hombre un lugar razonable en la naturaleza, en vez de instituirse como dueño y depredador, sin atender siquiera a las necesidades y a los intereses más evidentes de los que vendrán después de él.
  • Santiago Romerocompartió una citahace 4 años
    Una civilización que se propone desarrollar sus propios valores parece no poseer ninguno, para un observador formado por la suya a reconocer valores muy diferentes. Piensa que solamente en la suya ocurre algo, que sólo su civilización detenta el privilegio de una historia en la que suceden acontecimientos constantemente, unos tras otros. Para él, no hay otra historia que ofrezca un sentido, tomando este término en la doble acepción de significar y de tender hacia un fin. Cree que en todos los otros casos la historia no existe: a lo sumo, marca el paso en el mismo lugar.

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