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Libros
Laura Freixas

Madres e hijas

  • Armando El Guatequecompartió una citahace 9 meses
    Ahora busco a mi hija, con mi rencor y mi ternura; porque ¿dónde sino en ella puedo ponerlos?
  • Itzel Casaña Florescompartió una citael año pasado
    Mi madre era una mujer bellísima (tenía unos hermosos ojos «color del tiempo».
  • Mily Sietecompartió una citahace 2 años
    uando nació mi hija, en abril de 1994, una amiga me regaló un libro: una antología inglesa, de la editorial feminista Virago, titulada Close Stories of Mothers and Daughters («Proximidad. Historias de madres e hijas»).4 Me apasionó: por su calidad literaria, y también porque a medida que leía, me iba dando cuenta de una paradoja: el contraste entre la importancia, la riqueza, la universalidad de la relación madre-hija, y su escasísima presencia en la literatura.

    Que esa impresión no anda desencaminada se comprueba consultando cualquier diccionario de temas y motivos literarios. Las relaciones padre-hijo, madre-hijo, padre-hija, son el tema central de innumerables obras, desde la Orestíada hasta Eugénie Grandet, e hijos, Los hermanos Karamázov o Washington Square, pasando por Hamlet y El rey Lear. En cambio, son llamativamente escasas las obras que ponen en escena a madres e hijas, y todas muy recientes. Sido, de Colette (1901), es la veterana; las demás tienen solo unos decenios: Una muerte muy dulce de Simone de Beauvoir, Una mujer de Annie Ernaux, Entre mujeres de Waltraud Anna Mitgutsch, La mala hija de Carla Cerati, La pianista de Elfriede Jelinek, El club de la buena estrella de Amy Tan, Paula de Isabel Allende, Donde el corazón te lleve de Susanna Tamaro...

    No sorprenderá a nadie constatar que los autores de estos textos son, sin excepción, autoras. Es lógico que la aparición del tema madre-hija esté asociado al ingreso, en números significativos, de las mujeres en la escena literaria. Si acaso habría que preguntarse por qué no apareció antes. Seguramente, porque solo cuando su derecho a escribir estuvo bien establecido, empezaron a aventurarse las mujeres a tratar temas que no forman parte de la tradición recibida.

    La paradoja que antes mencionaba es la que me ha llevado a proponer, a un editor siempre entusiasta, la publica
  • Itzel Casaña Florescompartió una citael año pasado
    Vivir es peligroso –había dicho.
  • Itzel Casaña Florescompartió una citael año pasado
    Me dediqué a reflexionar muy concentradamente en este nuevo conocimiento acerca de la vida, que mi madre me había aportado: los deseos – aun aquellos que nos parecen los más justos y nobles– pueden chocar contra la ley, y esta es muy difícil de cambiar.

    Este conocimiento, adquirido a edad temprana, fue una de las revelaciones más decisivas de mi infancia, y sus consecuencias duraron toda la vida.
  • Itzel Casaña Florescompartió una citael año pasado
    Por entonces, los parientes, los vecinos y todos esos adultos tontos y fracasados tenían la fea costumbre de preguntar a los niños qué harían cuando fueran mayores. Yo, con absoluta convicción y seguridad, respondía: «Me casaré con mi madre.» Imaginaba un futuro celestial, lleno de paz y de armonía, de lecturas fabulosas, paseos apasionantes, veladas de ópera (mi madre tenía una maravillosa voz de soprano), ternura, complicidad y felicidad. ¿Qué más podía pedir una pareja?
  • Itzel Casaña Florescompartió una citael año pasado
    Mi madre escuchó muy atentamente mi proposición. (Siempre me escuchaba muy atentamente, como debe hacerse con los niños.)
  • Rocío Toledocompartió una citahace 3 años
    tú vete haciendo cuentas, así no se te olvidará, pero no voy a hacer cuentas, para qué sirven, para nada, mejor cuento la vida, a quién se lo voy a contar, a nadie, no se puede hablar con nadie nunca.
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