A terapia ¿yo?

Ir a terapia “con la mente en blanco”, lejos de ser un obstáculo, es en cambio otro vehículo más que nos brinda fluidez y espontaneidad para profundizar en nuestro autoconocimiento.

En casos así, la adicción del paciente no es a la terapia en sí sino a su deseo vanidoso de escucharse a sí mismo, sin ánimo de cuestionarse nada. Una vez detectado este vínculo anómalo, la terapia debe concluir.

La terapia es una interdependencia que tiene como objetivo lograr la independencia del paciente.

Todos los sentimientos amorosos de un paciente hacia su terapeuta son material de análisis.

quedó distorsionado el eje del vínculo.

En todos los ámbitos podemos potenciar a otros para que hagan lo que nosotros nunca pudimos o ya no podemos hacer.

La pregunta entonces es: ¿por qué en psicología creemos necesario que un terapeuta haya superado aquello que nosotros aún no? Porque cometemos el error, muy común, de tomarlo como modelo a seguir en todos los aspectos. El terapeuta no tiene que ocupar el lugar del “deber ser” para su paciente; es más, no debe hacerlo.

El estilo de vida de un terapeuta no debe utilizarse para juzgar su idoneidad profesional.

Así como los terapeutas no juzgan a los pacientes, estos tampoco deben juzgar a los terapeutas. La eficacia de los tratamientos justamente se basa en la no interferencia entre los estilos de vida de ambos porque, además, la terapia es un ámbito de libertad en el que los prejuicios no tienen lugar.

Así como los terapeutas no juzgan a los pacientes, estos tampoco deben juzgar a los terapeutas. La eficacia de los tratamientos justamente se basa en la no interferencia entre los estilos de vida de ambos por