Azorín

Las Confesiones De Un Pequeño Filósofo

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  • Sebastian Gonzalez Rodriguezcompartió una citahace 5 años
    mi bisabuelo es un viejecito con la cara afeitada, encogido, ensimismado: tiene el pelo gris, claro, largo, peinado hacia atrás; sus ojos son pequeños, a medio abrir, como si mirara algo lejano y brillante (y ya veremos luego que, en efecto, lo que él estaba mirando siempre era algo brillante y lejano); su boca es grande, y la nariz hace un pico sobre la larga comisura.
    Este pequeño viejo esta con la cabeza suavemente inclinada; se ve en su indumentaria una corbata negra, de lazo: por encima de ella, tocando las mandíbulas, aparecen dos pequeños triángulos blancos del cuello, y por debajo, sobre el pecho, otro triángulo, que es la pechera. El traje de mi bisabuelo es negro; lleva también una capa negra, de cuello enhiesto, y por entre sus pliegues, a la altura del pecho, aparece la mano amarilla y huesosa del pequeño viejo, medio extendida, como señalando, pero sin afectación, cuatro o seis infolios que se destacan a la derecha con sus tejuelos rojos y verdes.
  • Sebastian Gonzalez Rodriguezcompartió una citahace 5 años
    Respecto a mi tía Bárbara, yo he de declarar que, aunque la llamo así, tía, como si lo fuese carnal, no sé a punto fijo qué clase de parentesco me unía con ella. Creo que era tía lejana de mi padre. Ello es que era una vieja menudita, encorvada, con la cara arrugada y pajiza, vestida de negro, siempre con una mantilla de tela negra. Yo no sé por qué suspiran tanto estas viejas vestidas de negro. Mi tía Bárbara llevaba continuamente un rosario en la mano; iba a todas las misas y a todas las novenas.
  • Sebastian Gonzalez Rodriguezcompartió una citahace 5 años
    i tío Antonio era un hombre escéptico y afable; llevaba una larga y fina cadena de oro que le pasaba y repasaba por el cuello; se ponía: unas veces, una gorra antigua con dos cintitas detrás, y otras, un sombrero hongo, bajo de copa y espaciado de alas. Y cuando por las mañanas salía a la compra —sin faltar una—, llevaba un carric viejo y la pequeña cesta metida debajo de las vueltas.
    Era un hombre dulce: cuando se sentaba en la sala, se balanceaba en la mecedora suavemente, tarareando por lo bajo, al par que en el piano tocaban la sinfonía de una vieja ópera... Tenía la cabeza redon
  • Sebastian Gonzalez Rodriguezcompartió una citahace 5 años
    Del padre Joaquín lo más notable que recuerdo es que tenía dos raposas disecadas en su cuarto; ya murió también. Todos los días leía El Imparcial: es el primer periódico que yo he visto; yo le profesaba por esto una profunda veneración a este escolapio.
  • Sebastian Gonzalez Rodriguezcompartió una citahace 5 años
    Cánovas fue el que se arriesgó a ir a casa de la mujercita. Aconteció esto una tarde que estábamos en el patio y se había ausentado el escolapio hebdomadario. Cánovas saltó las tapias; yo no me hallaba presente cuando partió; pero le vi regresar por lo alto de una pared, pálido, emocionado y sin chaleco.
  • Sebastian Gonzalez Rodriguezcompartió una citahace 5 años
    Cuando se fue quedaron solas estas estatuas egipcias, rígidas, simétricas, hieráticas, que él había desenterrado en el Cerro de los Santos.
  • Sebastian Gonzalez Rodriguezcompartió una citahace 5 años
    andaba pasito, silencioso, por los largos claustros; tenía gestos y ademanes de una delicadeza inexplicable.
  • Sebastian Gonzalez Rodriguezcompartió una citahace 5 años
    Guardo del padre Lasalde un recuerdo dulce y suave. Era un viejo cenceño, con la cabeza fina, con los ojos inteligentes y parladores:
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