—Ya no tienes olor a jovencito, siento tu madurez en mis narices y mi boca— expresó Julián al besar descontroladamente el pecho duro de su ingeniero. Estaba confundido por el placer, no sabía si subir por el cuello hasta la boca y perderse en la suave lengua de su amado, o bajar hacia ese abdomen, acinturado pero recio.
—Tú también tienes un aroma a macho maduro. Con una piel tan blanca y delicada. Bien cuidada y suave. Se nota que la cuidas con cremas. Traes ahora todo el invierno del hemisferio norte— el médico rió suavemente, no quería arruinar ese momento de tranquila pasión. Su mayor deseo era sentir amor de ese hombre que no veía por casi dos décadas-. Uno de estos días quiero que vayas a mi piscina, y nos bañemos juntos, para disfrutar de este verano chileno.