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Sarah Maclean

Once Escándalos Para Enamorar A Un Duque

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  • Elena Herpercompartió una citahace 2 años
    —Dijiste que traías noticias. Cuando entraste.

    Simon se recostó contra el sillón y sacó una nota del bolsillo de su chaqueta.

    —Es verdad. Tenemos un nuevo sobrino. El futuro marqués de Ralston.

    Abrió los ojos, complacida; le quitó la nota de la mano y se dispuso a leerla ansiosa.

    —¡Un niño! Henry. —Las miradas de ambos se encontraron—. Y con este ya van tres. —La hija de Nick, Elizabeth, había nacido dos semanas antes, y ahora compartía habitación en Townsend Park con una feliz y cada vez mayor Caroline.

    Simon abrazó de nuevo a Juliana, le dio un suave beso en la punta de una ceja y la atrajo contra su pecho.

    —Y en otoño aportaremos nuestro granito de arena y añadiremos un nuevo miembro a esta divertida pandilla.
  • Elena Herpercompartió una citahace 2 años
    Tanto tu hijo como yo estamos bien, marido. —Sonrió ampliamente—. Doce vidas, ¿recuerdas?

    Él soltó un gruñido.

    —¿Sabes? Creo que ya las has usado todas. Y no hay duda de que también has provocado tus buenos doce escándalos
  • Elena Herpercompartió una citahace 2 años
    —¿En qué estabas pensando, subiendo hasta casi tocar el techo, en tu estado?

    —No estoy inválida, Simon, todavía puedo mover mis extremos con facilidad.

    —No, lo que haces con extrema facilidad es poner a prueba mi paciencia. Y creo que lo que querías decir era extremidades, no extremos. —Se paró, recordando por qué estaba tan enfadado—. ¡Podías haberte caído!

    —Pero no lo he hecho —dijo, acercando la cara hacia él para que la besara.

    Simon cedió inmediatamente y le dio un beso mientras acariciaba el vientre donde crecía su hijo.

    —Tienes que tener más cuidado —susurró él, y Juliana se estremeció por la preocupación con la que lo dijo.
  • Elena Herpercompartió una citahace 2 años
    —Qué suerte la mía. —Se inclinó hacia delante y enmarcó con las manos su apuesto y viril rostro—. Simon… —susurró—. Te he amado desde el primer momento en que te vi. Y te amaré… te amaré todo el tiempo que quieras tenerme en tu vida.

    Los ojos de Simon se oscurecieron y se puso mortalmente serio.

    —Pues entonces me amarás durante mucho, mucho tiempo
  • Elena Herpercompartió una citahace 2 años
    —Te aseguro que mi madre es uno de los temas de los que menos me apetece hablar en este momento, cariño.

    —Pero… ¡va a ponerse furiosa!

    —No me importa. —Simon volvió a centrar la atención en el interior de su rodilla, lamiéndola hasta que humedeció la seda que la cubría—. Y si se enfada, no será por tu culpa. Eres la mejor baza que le queda para tener un nieto respetable. Ahora soy yo el que tiene una reputación terrible.

    Juliana se echó a reír.

    —Eres un secuestrador de inocentes. Un seductor de vírgenes.

    Él le separó las piernas lentamente, besando lánguidamente el interior de sus muslos.

    —Solo de una inocente. Solo de una virgen.
  • Elena Herpercompartió una citahace 2 años
    —Mi hermana hizo público su escándalo, enviando una carta a La Gaceta. Fue su regalo de boda. Para nuestra boda.

    Juliana sonrió.

    —¿Nos ha regalado la ruptura de un compromiso?

    —A cambio de otro más rápido —replicó él, para tomar de nuevo su boca
  • Elena Herpercompartió una citahace 2 años
    —El padre de lady Penelope rompió el compromiso. —La cogió por los tobillos y Juliana le miró azorada, no supo si por el hecho de sentir sus cálidas manos bajo la falda o porque ya no estaba comprometido. Se puso serio—. Lo habría hecho yo mismo si no se me hubiera adelantado, Juliana. No habría podido casarme con ella. Te amo demasiado.

    Ella pareció complacida por su declaración.

    —¿Lo hizo por el escándalo de Georgiana?

    —Sí —respondió él. Aunque supo que sus palabras no convencieron del todo a Juliana.
  • Elena Herpercompartió una citahace 2 años
    —Vamos a tener que hablar seriamente de esa afición que tiene a esconderse en los carruajes, señorita Fiori.

    Ella se acercó poco a poco y él fue muy consciente del lugar en donde se encontraban.

    —Solo en un carruaje, excelencia. Solo el suyo. Esta vez me aseguré de comprobar el sello antes de entrar. Y dígame, ¿qué es lo que planea hacer conmigo ahora que me ha pillado?

    La miró intensamente antes de inclinarse y se detuvo a escasos milímetros de su boca.

    —Voy a amarte, sirena.

    La agarró por la cintura y la colocó sobre su regazo.

    Juliana le devolvió la mirada.

    —Dilo otra vez.

    Él sonrió ampliamente.

    —Te amo, Juliana
  • Elena Herpercompartió una citahace 2 años
    abrazados, susurrándose palabras de amor, compartiendo promesas de futuro, tocándose, celebrando aquel reencuentro.

    Y así fue como Ralston se los encontró. Cuando abrió la puerta de la biblioteca, la luz de las velas de dentro iluminó el pasillo lo suficiente como para verlos perfectamente.

    —Será mejor que consigas una licencia especial, Leighton.

    Simon sonrió con desparpajo y Juliana se quedó sin aliento. Él era su ángel, el hombre más apuesto de toda Inglaterra. De toda Europa.

    —En realidad ya tengo una.

    Ralston enarcó una ceja.

    —Excelente. Tienes dos minutos para recobrar la compostura y bajar para que hablemos de todo esto. —Juliana sonrió y Ralston la miró fijamente—. Tú, hermana, no estás invitada.
  • Elena Herpercompartió una citahace 2 años
    —Simon… —Las lágrimas caían por sus mejillas sin control. Dio un paso al frente y enredó los dedos entre sus rizos rubios—. Amore, no, por favor.

    —Aquí me tienes. De rodillas. Pero no lo hago en nombre de la pasión. —Tomó las manos de ella entre las suyas. Después se las llevó a los labios, las besó, las adoró—. Lo hago en nombre del amor.

    Alzó los ojos y la miró, serio, contenido, en medio de aquel pasillo apenas iluminado.

    —Juliana… por favor, cásate conmigo. Te juro que me pasaré el resto de mi vida demostrándote que soy digno de ti. De tu amor. —Volvió a besarle las manos—. Por favor —repitió en un susurro.

    Y antes de que se diera cuenta, Juliana también estaba de rodillas, abrazándole con fuerza.

    —Sí. —Buscó sus labios desesperadamente—. Sí, Simon, sí.

    El duque la besó, sumergiendo su lengua en su ardiente cavidad, poseyendo su boca hasta que ambos se quedaron sin respiración.

    —Lo siento tanto, mi amor —susurró él contra sus labios, atrayéndola contra sí, como si el hecho de estar tan cerca impidiera que volvieran a separarse.

    —No, la que lo siente soy yo. No debería… haberte dejado allí… en el baile. No me di cuenta de lo mucho… de lo mucho que significaba para ti.

    Él volvió a besarla.

    —Me lo merecía.

    —No… Simon, te amo.
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