Los actos de Shingzwe eran delicados como sus poemas, como el poema de granos de arroz y tazas que había leído por la mañana. Algo simple y bello que existía de suyo, sin discusión, brillando innegable como un diamante. Mona recordó la escena del almuerzo, y se alegró de sentirse a kilómetros luz de esa sensación de angustia que la había embargado frente a ese plato de lágrimas y moussaka.