Tenía algo de la impaciencia de un innovador visionario que veía la obra en su corazón y en su cerebro de un modo hondo y profundo, como si ya estuviera terminada, así que la auténtica realización formal se convertía en un acontecimiento decepcionante, puesto que la obra terminada jamás tendría la oportunidad de igualar la imagen ideal que se tiene de ella