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Barbara Berckhan

Cómo defenderse de los ataques verbales

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  • Dari Gmrcompartió una citahace 9 meses
    El objetivo: El agresor lucha por tener razón. Transigir, darle la razón. Informarle de que se está dispuesto a ceder si con ello se le ayuda.
    El ataque: «¡Estás tocado del ala!»
    El consentimiento:
    «Si con ello te sientes mejor, te doy toda la razón».

    «Ciertamente, tienes razón».

    «¿Te sirve de algo si te doy la razón?».

    «Sí, tienes toda la razón. ¿Te sientes mejor?».

    «Si te hace falta, estoy de acuerdo contigo».

    Consejos para su aplicación: Esta estrategia la puedes poner en práctica cuando estés harto de los ataques y de la prepotencia de los demás. Pero, cuidado, solamente dale la razón al contrario en los casos en los que no te perjudique.
  • Dari Gmrcompartió una citahace 9 meses
    El objetivo: No responder al ataque, sino hablar de un tema completamente distinto.
    El ataque: «¿Qué pasa que últimamente sólo tienes pajaritos en la cabeza, cuando normalmente sueles ser razonablemente inteligente?».
    La desviación: «Ahora que hablamos de ello, ¿te gusta el queso fresco bajo en grasas? A mí no me dice nada, yo prefiero el queso sabroso y curado…».
    Otras desviaciones posibles:
    «Encuentro que en televisión repiten demasiado los programas».

    «Un verano caluroso y soleado se agradece, pero tampoco me gusta que sea demasiado caluroso».

    «Yo creo que en los tiempos que corren la mejor inversión es la inversión inmobiliaria».

    «A mí los espárragos no me parecen tan exquisitos».

    «Lo peor del invierno es el frío húmedo que te cala hasta los huesos».

    Consejos para su aplicación: Cambia de tema sin vacilaciones. Resiste la tentación de devolverle la jugada al agresor con un nuevo tema de conversación (por ejemplo: «¿Has hecho alguna vez un test de inteligencia?»). Cuanto más banal y trivial sea el tema elegido, más efecto tendrá.
  • Dari Gmrcompartió una citahace 9 meses
    Espero que este capítulo te haya convencido de que quedarse mudo ante un ataque no significa forzosamente una derrota, sino que puede ser una muestra de superioridad. Tú eres el único en decidir a quién prestas atención y a quién no. Sin embargo, si a pesar de todo prefieres hacerte oír, encontrarás a partir del próximo capítulo todo tipo de sugerencias. Las siguientes estrategias de autodefensa utilizan las palabras.
  • Dari Gmrcompartió una citael año pasado
    Saber imponerse
    Saber imponerse es cuestión de práctica. No es tan difícil como parece. Sigue estos consejos:

    No te encojas: mantén la espalda recta y estirada, los hombros bajos y anchos.
    Busca el contacto visual, sobre todo en situaciones incómodas o desagradables.
    Sé amable sin ser sumiso. No sonrías dócilmente ni pongas cara de querer conquistar el cariño de los demás.
    No te rías cuando otras personas te pongan en ridículo o se rían de ti. Lo que socava tu dignidad te desautoriza.
    No te insultes («qué idiota soy»). No coquetees con tus debilidades y fallos para hacerte el simpático.
    Di claramente lo que quieres y lo que no quieres. Habla con frases cortas y sencillas, sin muchas florituras ni justificaciones.
    No supliques para que te comprendan. Tienes todo el derecho a solicitar algo o a negarte, aunque el interlocutor no muestre la más mínima comprensión. Manténte firme si los demás no respetan tus deseos. Recuerda tu solicitud una y otra vez.
    La dignidad y el respeto no son un callejón de dirección única. Trata a los demás como quisieras que te trataran a ti.
  • Dari Gmrcompartió una citael año pasado
    Los signos de la impotencia
    Analicemos más de cerca el llamado vacío de poder. Las personas que lo padecen:

    Parecen cohibidas.
    Adoptan una postura ligeramente inclinada, tanto si están de pie como sentadas, y la caja torácica suele estar algo hundida.
    Tienden a encoger los hombros.
    No buscan el contacto visual.
    Sonríen muy a menudo con la intención de aplacar al interlocutor.
    Ocupan poco espacio, sus brazos y piernas se mantienen pegadas al cuerpo.
    La falta de autoridad provoca en estas personas una adaptación excesiva, que relega a un segundo término la defensa de sus derechos. Las personas que padecen el vacío de poder:

    No saben marcar los límites ni parar los pies a los demás.
    Eluden los conflictos.
    Se sienten identificadas con los demás y abandonan fácilmente sus propias metas.
    Se encuentran atrapadas en el papel de la persona amable, cariñosa y simpática.
    Tienen remordimientos de conciencia si, en alguna ocasión, logran imponerse y se niegan a acatar alguna orden.
    Les cuesta romper la relación con personas poco consideradas y violentas.
  • Dari Gmrcompartió una citael año pasado
    Construir el escudo protector:

    Recuerda una situación en la que mantuviste la calma, a pesar de que la situación era violenta e irritante. Sumérgete de nuevo mentalmente en esa situación. Imprégnate de la sensación de que los disgustos te rebotan como lo hace una pelota de ping-pong.
    Deja que te invada la sensación de que puedes protegerte mediante una especie de escudo invisible que levantas a tu alrededor.
    Imagina un escudo a través del cual puedes ver y oír como ocurre con los cristales gruesos de las oficinas bancarias.
    Elige una frase que te sirva de «música de fondo» para tu escudo protector. Incúlcate algo así como «Eso es cosa de los demás», «Eso no va conmigo» o: «Eso no me atañe».
  • Dari Gmrcompartió una citael año pasado
    Algunos consejos para defenderse de las personas maleducadas
    La autodefensa comienza siempre con una declaración de independencia: no permito que mi estado de ánimo dependa de los demás. Siempre que nuestro humor y nuestros sentimientos dependen del trato que nos propinan otras personas nos encontramos atrapados como peces en el anzuelo. En el momento en que alguien tira del hilo, empezamos a agitarnos. Hasta que no consigamos mantener la calma y la cabeza fría, no seremos capaces de defendernos eficazmente. La fuerza interior reside en la capacidad de no dejarnos enredar con las rarezas de los demás. No importa cómo las dan, eres tú quien ahora decide cómo las tomas. Para ello es necesario aislarse interiormente. Este acorazamiento interior es el “escudo protector”. Tu escudo protector es un airbag personal, una protección antichoque, que procura no tomarse tan a pecho la actitud de los demás.

    Para poder protegerse es suficiente con un escudo mental.
  • Dari Gmrcompartió una citael año pasado
    Más refranes:
    «A Dios rogando y con el mazo dando».

    «A buen hambre no hay pan duro».

    «Juntarse el hambre con las ganas de comer».

    «Agua que no has de beber, déjala correr».

    «Vísteme despacio que tengo prisa».

    «La suerte de la fea, la guapa la desea».

    «Más vale pájaro en mano que ciento volando».

    «Zapatero, a tus zapatos».

    «Vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer».

    «Unos por otros, la casa sin barrer».

    «Todo es del color del cristal con que se mira».
  • Dari Gmrcompartió una citael año pasado
    Más refranes:
    A Dios rogando y con el mazo dando.
    A buen hambre no hay pan duro.
    Juntarse el hambre con las ganas de comer.
    Agua que no has de beber déjala correr.
    Vísteme despacio que tengo prisa.
    La suerte de la fea la bonita la desea.
    Más vale pájaro en mano que ciento volando.
    Zapatero, a tus zapatos.
    Vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer.
    Uno por otro, la casa sin barrer.
    Todo es del color del cristal con que se mira.
  • Dari Gmrcompartió una citael año pasado
    Para contrarrestar el ataque es suficiente recurrir a algún refrán al uso. Aquí tienes unos ejemplos:

    El ataque: «Lo único que pretendes es hacerte el importante».
    El refrán inadecuado: Ya lo decía mi abuela: «tanto va el cántaro a la fuente que al fin se rompe».
    El ataque: «Tienes un aspecto espantoso esta mañana. ¿Has dormido en el pajar?».
    El refrán inadecuado: «Siempre digo que una golondrina no hace verano».
    El ataque: «Eres muy presumido, pero la presunción también es un arte».
    El refrán inadecuado: Bueno, ya lo dice el refrán: «siempre hay un roto para un descosido».
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