Una constatación evidente recorre hoy las experiencias políticas de países diversos: las herramientas democráticas y los instrumentos de derechos humanos –que han provocado avances innegables en la vida de millones de personas— resultan en gran medida insuficientes para evitar las formas extremas de marginación. En otras palabras, si bien los derechos humanos fueron fundamentales para visibilizar inequidades basadas en factores como el género y la identidad étnico-racial, está claro que coexisten con la permanencia de desigualdades socioeconómicas, y con el ascenso de populismos autoritarios que jaquean a las narrativas de derechos humanos en todo el mundo.
Entre quienes señalan la incapacidad del activismo de los derechos humanos para conjurar la injusticia social, y quienes postulan la necesidad de separarlo del activismo de los demás derechos, este libro propone una postura intermedia: señala el trabajo de activistas, académicos y tribunales de países diversos que, con sus ideas y sus prácticas, muestran el potencial de los derechos humanos para resolver otras injusticias radicales y han contribuido a movimientos sociales más amplios contra la desigualdad y el mercado desregulado.
Los autores y autoras de este libro son activistas-investigadores de organizaciones de derechos humanos de países muy disímiles y narran sus experiencias desde un ángulo geográfico y personal –el Sur Global, el relato “anfibio” entre la academia y el campo— que sitúa y enriquece sus miradas. Temas como los dilemas de la nacionalidad de los hijos de migrantes, la violencia contra las mujeres en el ámbito rural, la migración de indígenas a las ciudades, el estatus ciudadano de los refugiados, la empatía como ingrediente fundamental de las políticas públicas, el impacto social de las reformas radicales de mercado y la presencia del narcotráfico se abordan en estas páginas como contribuciones a la construcción de un movimiento de derechos humanos más eficaz, horizontal y creativo.