En un diálogo constante con la filosofía pero sin abandonar la visión del sociólogo, el autor cuestiona el criterio de objetividad, reivindica la importancia de la capacidad creadora de los seres humanos y pone en duda la idea de sentidos unilineales de la historia.
Hacer mundopropone el reencuentro con lo mejor de nosotros mismos: gestores, hacedores y manipuladores —y no meros «usuarios»—del mundo en que vivimos.