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  • Ana Saenzcompartió una citahace 3 años
    Las respuestas son pocas y, los hechos, incontrovertibles: desde hace treinta años, extraño a Liliana cada día y, dentro de cada día, cada hora de cada día. Y dentro de cada hora, cada minuto. Cada segundo. El duelo para los que han perdido seres queridos, mujeres queridas, debido a actos de terrorismo de pareja es una cosa torcida.
  • Marlik Mariaudcompartió una citahace 3 años
    Este es el trabajo del duelo: reconocer su presencia, decirle que sí a su presencia.
  • Marlik Mariaudcompartió una citahace 3 años
    Que podíamos luchar, en voz alta y con otras, para traerte aquí, a la casa de la justicia. Al lenguaje de la justicia.
  • b7479082391compartió una citahace 2 años
    para acabar de esta forma. Se le llamó sus padres la descuidaron. Se le llamó la chica que tomó una mala decisión. Se le llamó, incluso, se lo merecía. La falta de lenguaje es apabullante. La falta de lenguaje nos maniata, nos sofoca, nos estrangula, nos dispara, nos desuella, nos cercena, nos condena.
  • Mesly Monserratcompartió una citahace 2 años
    desde hace treinta años, extraño a Liliana cada día y, dentro de cada día, cada hora de cada día. Y dentro de cada hora, cada minuto. Cada segundo.
  • 🌻compartió una citahace 2 años
    Alguna vez azoté la puerta después de una trifulca familiar a la hora de la comida. Mi madre me esperó a que regresara y, en completa calma, con la cocina ya perfectamente limpia, me informó que eso era lo que hacía otra gente cuando se enojaba, nosotros no. Nosotros veníamos de gente que lo había vencido todo, la pobreza, el analfabetismo, el ocaso del algodón. Nuestra gente, de la que veníamos, había incluso sobrevivido a la epidemia de influenza de 1918. Nosotros, y eso lo decían de maneras sutiles y de maneras honestas, estábamos vivos de milagro, y el milagro era nuestra redención. Que se desesperaran los otros. Que los otros azotaran puertas cuando no podían usar la inteligencia o la capacidad de observación, o la paciencia. Que los otros perdieran el tiempo y desperdiciaran sus talentos porque nosotros, que veníamos de tan lejos, nosotros que éramos libres, nosotros que lo venceríamos todo, teníamos cosas que hacer. ¿De acuerdo? La voz de mi madre, más intimidante entre más serena, no admitía reticencia alguna. Incluso el más leve titubeo podría haber sonado a traición. Éramos una volátil república soberana de cuatro habitantes. Éramos un reino completo, autosuficiente. Necesitábamos muy poco del exterior. Esa era nuestra arma secreta; en eso consistía nuestro método. A nadie se le hubiera ocurrido en esa época que otra persona pudiera formar parte de nuestra unión.
  • Mariana Peregrinacompartió una citahace 3 meses
    Quiero volver a encontrarla en el agua. Quiero nadar, como siempre lo hice, al lado de mi hermana.
  • Mariana Peregrinacompartió una citahace 3 meses
    Nadar era lo que hacíamos juntas. Íbamos por el mundo cada una por su lado, pero acudíamos a la alberca para ser hermanas. Ese era el espacio de nuestra más íntima sororidad.

    Y todavía lo es.
  • Mariana Peregrinacompartió una citahace 3 meses
    ella, como tantos otros, sigue a nuestro lado, no como mera metáfora, no como la ensoñación de un sufriente o varios sufrientes, sino como carbono y fósforo, como sodio, y, también, como cloro.
  • Mariana Peregrinacompartió una citahace 3 meses
    A eso olía nuestro ser entonces, a cloro, cl en la tabla periódica de los elementos. A eso huele todavía ahora nuestra niñez, juntas.
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