Estos son los primeros poemas que Sonia escribió sobre papel. Hasta entonces había guardado dentro de su alma toda una colección de ellos, esperando un detonante (la muerte de su esposo) para sacarlos fuera. Los dedica a su hijo y a su nieto, sus seres más queridos, pero también nos los dedica a todos los que estamos a su lado compartiendo experiencias, los que conocemos su sensibilidad, los que compartimos esos cielos estrellados, los que nos divertimos buscando caras y dibujos en las rocas del puerto, los que nos deleitamos con su cocina, los que buscamos cobijo en su agradable trato, los que queremos saber más sobre las xanas asturianas de su infancia, los que también sentimos la embriaguez de esa luna llena sobre el mar, los que disfrutamos en verano de las vistas desde la terraza de su restaurante sobre el Port de Maó en Calesfonts, los que en invierno nos calentamos con sus potajes a resguardo de la tramontana, los que nos alimentamos de su inmensa calidez humana, los que sabemos que ella siempre está ahí para lo que sea…
Son sus primeros poemas, pero no serán los últimos.
