—Esto es ridículo. —Su frente se pega en el valle de mis senos y siento su aliento tibio erizándome—. Estoy nervioso... —confiesa.
—Yo también —digo llamando su atención, mis dedos se mezclan con sus hebras chocolates, las muevo de su frente para mirar sus ojazos azules—. Hazme tuya, Don.