—Si tuvieras que elegir entre la justicia y la misericordia, ¿con cuál te quedarías?
—Con la misericordia —susurró ella.
—Y, si te encontraras cara a cara con los que maltrataron a tu indigente, ¿les ofrecerías misericordia?
Al ver que ella dudaba, el intruso se echó a reír.
—Eso pensaba. Incluso los más magnánimos sólo quieren misericordia para aquellos que se la merecen.
—Nadie se la merece. Es precisamente eso lo que la convierte en misericordia.